Relatos ♣ Amiguita (Capitulo III)
Posted: viernes, 16 de septiembre de 2011 by @kmilosandoval in Etiquetas: 2011, Amiguita, Antología, Chile, Chilena, Concepción, Cuento, kmilosandoval, Parte, Relatos, Secuencia, Sexy, Sitcom, Tercera
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Rodé la cama y me instalé de brazos cruzados frente a la cajas
que quedaban, con ambas manos levanté la tapa que la cubría
solamente para ver que lo estaba dentro era algo que jamás hubiera
comprado pero que, siendo bien sincera, en un rinconcito de mi
inseguridad, había querido usar. Bajo el papel, también blanco,
transparente y abundante, un vestido color rosa elasticado, corto, muy
corto, tanto así que al verlo a primera vista me di cuenta que no
había de llegarme a más de 10 centímetros bajo las “pompas”.
Tenía un diseño en blanco de lo más pop art, en el que en un
primer plano se distinguía el rostro de una mujer de gafas con un
cigarro en su boca que miraba lasciva mente de costado a quién lo
luciera. Además tenía solo una de sus mangas, esta larga hasta la
muñeca y en el otro costado solo un tirante de lo más delgado que
convergía en un ángulo profundo para terminar en un escote
descomunal. “Te pasaste Anita” pensé, por ningún motivo me
pondría algo como eso en mi vida, o sea, no tenía ni el cuerpo ni
la actitud para usarlo y mucho menos la “patudez” para lucirlo.
Seguí revisando. En la primera de las bolsitas paradas había un par
de botas taco aguja, pero al máximo, de más de 10 centímetros de
alto, del tipo bucaneras, de esas hasta las rodillas, color negras y
de un material que parecía de raso, eran realmente hermosas, suaves
y de seguro en quien las usara proyectaría una sensualidad sublime.
Yo, claramente “no era el caso”, me dije mientras las contemplaba
y tocaba en todo su largo. En la segunda bolsita había ropa
interior del tipo “mínimamente transparentosa”. Esto ya era el
colmo, por un momento como que me enojé, sentí rabia con la Anita,
por que pensé, era bien desubicado de su parte regalarme esta
“clase” de prendas tan intimas… Pero, era todo tan lindo y tan
diferente a lo que alguna vez había usado, que luego de mirar cada
una de las piezas, me animé a probarme el conjunto de lencería, mal
que mal, era algo que solo yo sabía tendría puesto bajo mi clásica
tenida que incluida el mismo par de jeans de siempre.
Me tomé mi tiempo, escondí el conjunto compuesto por brasier,
calzones, medias entre la toalla y a hurtadillas crucé el pasillo
para llegar hasta el baño que aún estaba empañado y tibio.
Mientras me duchaba pensé en hartas cosas, en la titulación, en los
pelotas de mis compañeros de carrera, en la Anita, en su mino, en lo
que nos esperaba para el resto de la noche, en lo que pasaría
mañana, pero lo más importante y que no podía sacar de mi cabeza
era como luciría yo, la “Carlita” en el conjunto que reposaba
sobre el peluche cubre tapa rosado que engalanaba al máximo la taza
del baño y cada cierto rato me asomaba por la cortina de la ducha
para ver si seguía allí, cada vez que lo hacía descubría un nuevo
detalle en sus encajes, por un momento me sentí otra vez como una
niña que espera la noche buena para probar sus patines nuevos, esos
que siempre había querido pero que nunca tuve. Cuando por fin
terminé, con una calma que hasta a mi me estremecía me fui probando
cada una de las piezas, mientras, la que ahora era mi anfitriona, se
oía en el primer piso arreglando y corriendo de un lado para otro,
con prisa al más puro estilo conejo blanco de Alicia en el país de
las maravillas, por supuesto siempre canturreando algo, el soundtrack
en ese momento era la canción de “Dirty Dancing”
Cuando ya tenía puesto el sostén transparente que lucía unos
detalles brillantes en las tiritas, mismas que tenía la pantaleta
también transparente que hacía juego, solo me quedaba las medias de
igual color con encaje a media pierna que vestí lentamente para no
embarrarla y que quedaran chuecas, fue un trabajo arduo y complejo.
Como me vine, me regresé, en puntillas llegué a mi pieza y mientras
buscaba en la habitación mis jeans pensaba que jamás me había
puesto medias en mi vida y lo suave y rico que se sentían era algo
totalmente nuevo para mí, así como la presión que ejercían los
encajes con interior de silicona que se aferraban a mi muslo, era
realmente extraño, diferente y bien entretenido. Con la lencería
puesta y sin haber encontrado tirados por ahí mis jean me vi en la
obligación de pararme a buscarlos, de seguro en el closet o baño,
pero esto fue inútil, no estaban por ninguna parte, así como
tampoco prenda alguna de las que tenía. Como pude, abrí un poco la
puerta para gritarle segundo piso abajo a la Anita –Anitaaa!!…
Oye donde dejaste mi ropa?!– Ella siguió tarareando una de Black
Eyed Peas como si no escuchara o pretendiendo tener audífonos
puestos, cosa que de seguro era falso. En ese punto solo tenía una
opción, dejar de resistirme y ponerme lo único que había en la
pieza, el contenido de la cajita blanca. Mientras me calzaba las
botas y el vestido rosa solo pensaba en lo gorda que había de verme,
esto que contrastaba con la presión que ejercía el vestido sobre mi
cuerpo metiéndose en rincones que daban la impresión, ni siquiera
conocía, sin por solo un segundo mirarme en el espejo de mi cuarto.
También pensaba en que si lo que había en la primera caja, era un
regalo de mi “hermana” no quería ni imaginarme lo que habría en
el otro que sindicaba como mi “Amiga”.
Cuando, casi cayendo por los enormes tacos, logré a duras penas
llegar al primer piso, estaba mi amiga esperándome advertida por el
sonido estridente que hacían las botas, con una cámara de fotos en
mano, como cual papá que espera a su hija que baje las escaleras
para el baile de graduación. Previo a que alcanzara a decir siquiera
un sonido, me destapó en fotos al tiempo que, decía frases como:
“Te ves preciosa” “Hermosa” “Sexy” “Linda” “No
sabía que tenías tan bonita figura” y la que más me gustó y me
dio risa fue “Hmmm! My bitch” dicho de manera muy Nigga del tipo
Bronx. Luego de eso e interrumpiendo cada vez que pretendía llamarle
la atención por lo de los jeans y mi ropa, me tomó por atrás de
manera muy paternal sujetando mis hombros y me giró en dirección a
la ventana en la que días antes me había reflejado tan fea, esta
vez… esta vez, tan si, por que no decirlo, linda, atractiva, tanto
que hasta para mí era evidente el cambio y no podía dejarlo pasar y
mucho menos no reconocerlo, la Ani, se acercó ubicando su cabeza
tras mi hombro y me dijo –Amiga, te ves tan linda– Otra vez con
esa honestidad que me hizo cambiar la chuchá por un –Muchas
gracias amiga, es el regalo más lindo que alguien alguna vez me haya
hecho– Era verdad, casi nadie me había dado nada nunca. Orgullosa,
poniéndose junto a mi y luciendo una tenida similar pero en tonos
más oscuros agregó mientras se veía a sí misma por el reflejo del
vidrio
–Lo sé, cuando los vi en la vitrina estaba segura que eran para
las dos, mira…– Se dio e hizo que me diera una vuelta sobre mi
eje –…Si parecemos hermanas… Las hermanas Minas!– Se mató de
la risa mientras que en susurro me decía –Y eso que tú eres 100%
natural, te pasaste galla, hermosa!– Y yo claro, como no, me reí
con ella mientras me tambaleaba en el equilibrio precario que
escasamente me daban las botas. Hizo una pausa mientras veía mi
reflejo en la ventana y puso esa expresión que, sin ser pesada,
tenía rara vez, ciertamente debía tener una idea, con su mano hizo
un gesto de espera, escuché como taconeaba escaleras arriba a toda
velocidad y bajaba más rápido aún. Me dijo –Galla! Ahora teni'
que cerrar los ojos y confiar en tu amiga– Solo asentí haciendo
caso. Sentí como jugaba con mi pelo moviéndolo de un lado a otro
por no más de dos minutos y susurró en me oído –Ahora abrelos!–
No sé, debe ser la experiencia o la costumbre de hacerlo todos los
días, pero me había hecho un peinado hermoso, recogiéndolo para
que mis hombros y cuello lucieran aún mucho más. Solo sonreí y le
di, otra vez, las gracias palmoteando su manos.
Luego de eso nos sentamos a la mesa en la que había de todo para
picar, quesitos, aceitunitas, palmitos y otras cositas ricas más que
realmente no sé que carajos eran pero que estaban bien buenas. Me
ofreció un trago que con gusto me tomé al seco, un margarita se
llamaba, bien rico con limón y azúcar parece. Con ese cocktail
hicimos como 10 salud. Por el titulo, por nosotras, por el día, por
Juan Carlos su pololo y en los 3 últimos hasta por el chico Sagredo
al que tanto le había sacado la vuelta. Pusimos música,
“Portishead” me dijo que se llamaban, acomodamos a un costado la
mesa, el sillón y nos lanzamos a bailar cuando de pronto en la nada
prendió un cigarro, me pareció raro por que la Ani tenía todos los
vicios posibles, pero nunca la había visto fumar y entre el ruido
ensordecedor de la música me dijo –Querí'?!– Lo recibí sin
pensarlo y le di una buena fumada, con la que me atoré pudiendo solo
entremedio decir –Que marca son estás gueas?!– A lo que ella
respondió soltando una espesa bocanada de humo blanco en mi cara –De
ninguna, es un pito! – No entendí y seguro puse cara de no
entender por que me replicó –Un "cuete" de yerba– Mi
expresión debió de ser mas de incógnita aún y me volvió a
contestar al tiempo que decía cada sílaba –Ma-ri-hu-ana– Sin
pensarlo y solo muy relajada le contesté –Ahhh– Y seguí
fumando, “que tanta güea?” Me dije. Luego de un curso express de
como fumarse un pito, a los cinco minutos ya era una experta volá,
eso sí, debo reconocer que al principio no me hizo efecto alguno y
pensé que la “mano” de la Ani (Así se le dice al que te la
vende) no era de las mejores, pero luego de un rato empecé a
sentirme diferente, extraña, como blandita y con los sentidos al
máximo, de eso me di cuenta cuando me tomé el doceavo margarita que
lo encontré más dulce que la cresta, cuando eso pasó no puedo
olvidar que exclamé –Chucha la guea dulce!– A lo que la Ani con
cara de asco mientras carraspeaba su roncola contestó –Oye la guea
dulce!– Era cierto, el gusto estaba más potenciado, lo aproveché
al máximo y saboreé todo lo que había sobre la mesa descubriendo
los sabores cada vez más intensos que se deshacían en mi paladar
como si probara de todo por primera vez. Tenía tanta risa que en mas
de una oportunidad, entre carcajadas algunos palmitos salieron
volando de mi boca, es que era una risa incontenible, incesante y
siempre de menos a más. Cuando la Anita fue a la cocina a buscar más
hielo, por un poco de mareo supongo, se afirmo del respaldo de “el”
sillón pasando a tocar un poco de mi hombro descubierto y algo de mi
pelo, no fue más de un segundo, pero parecieron diez minutos y en mi
interior exclamé “Guau!! un momento!” y cuando me di vuelta para
llamarle la atención a la Ani, esta ya no estaba. Sin duda era el
sentido que más se había potenciado, lo noté también cuando me me
crucé de piernas, fue inevitable sentir como la seda de las medias
se entrelazaba microscópicamente al tiempo que ponía una muslo
sobre el otro. Como me gustó, cada cierto rato, subía y bajaba una
pierna sobre otra, pero de manera silenciosa, sutil y leve,
imaginando los diminutos hilos que entretejían la delicada tela, de
esas cosas en las que fijo por que podríamos decir, son gajes del
oficio. Cada vez que hacía esto, me reía sola hasta que la Ani me
preguntó con cara de querer reírse también –Qué te pasa
loquita?!– Recién ahí abrí los ojos para darme cuenta que había
regresado con los hielos, me acerqué y le dije –Mira, haz esto,
cruzate de piernas– Sin pensarlo mucho llegó y lo hizo, puso
expresión de “No pasa nada” y me dijo –Ya!? Que debería pasar
galla?– Tratando de ser gráfica y mostrándole cómo, insistí –No
pu' así, lento– Ella des cruzó sus piernas, y lo intentó de
nuevo, esta vez con un resultado que fue expresado subiendo las cejas
y abriendo levemente la boca –Ohh…! Se pasó la guea pa' suave
galla… En verdá'– Y exhaló lento y profundo. Debe haberse
sentido observada, por que cuando me notó cambió de expresión
placer a cara de “pillada”.
A esas alturas estaba bien relajada y no podía dejar de sentir
como el vestido se ceñía cada vez más a mi cuerpo. Con cada vuelta
que daba y cada meneo que mi pelo hacía viajando en cámara lenta,
sentía que ese vacío que por años me inundó iba de apoco
desapareciendo. Pensando en eso, el vestido, que llevaba puesto, en
que la Ani cada cierto rato tenía que bajárselo para que no se le
asomara el encaje de las medias que llevaba iguales a la mías (Pero
blancas), en que tenía que hacer lo mismo por que prácticamente
andaba con el poto al aire y en cientos de otras cosas más de pronto
caí tendida en el sillón que estaba de lo más atrincherado en un
rincón del living. Caí, pero como si las plumas de los cojines me
absorbieran dentro de un agujero que me cobijaba haciendo que mi pelo
se deslizara lento por mi cuello y espalda. Estoy segura que podía
sentir como cada uno de mis pelitos tocaba mi cuerpo mientras veía a
la Ani con una copa en la mano bailando de lo más loco hasta que la
música cambió, era una de las canciones que de seguro más
escuchaba la Anita, se trataba de “No ordinary love” de Sade en
ese momento puso otra vez la expresión de idea y dijo –Ahora te
voy a bailar un poquito para que aprendas, por que a Juan Carlos es
algo que le pone súper hot!– Terminó de decir mientras levantó
ceja y dedo meñique, a mi realmente en ese momento, el dichoso Juan
me tenía sin cuidado, no así el baile de demostración que hacía
para mí mi amiga, era otro de los talentos que desconocía pero que
de seguro tenía, puesto que por algo iba tanto a la discoteque en la
que volvía locos a todos los hombres con los que, ahora sabía, eran
los movimientos más sensuales y, como ella dice “los más hot del
universo”. Se contorneaba lento, con cara de placer máximo y
recorría con las manos su cuerpo esculpido por el vestido ajustado.
Cada cierto rato se detenía para indicarme de forma verbal diciendo
–Así mira, te dai' cuenta Carli?– Como que se salía del
personaje para hacer la explicación. Fue ahí cuando entendí que no
era más que un juego o más bien una interpretación de “mina
sexy”. Terminada la canción me extendió la mano para sacarme del
agujero en el que estaba con cara de nerd poniendo atención,
cambiando de lugar conmigo sentándose en el borde del sillón. La
canción que sonaba era algo que sin duda había escogido muy bien mi
amiga por que sabía, era uno de los hombres que me movía las
hormonas, de fondo entonces, sonaba “The Doors” la canción? “The
Crystal Ship”. La verdad no sabía como empezar y estaba toda
tupida sintiéndome de lo más güebona mientras trataba de parecer
sensual, moviendo las pompas de manera des coordinada. Con cara de
frustrada la Anita me hizo señales con las manos para que me
detuviera mientras con el control remoto pausaba la canción –No,
no, no pu' galla! Ahí estamos mal… Mira tení' que hacer cómo si
un hombre te estuviera tocando, me cachai'?– Le respondí poniendo
cara de poto, por que era obvio que no cachaba. La Ani se dio cuenta
que la había embarrado y como disculpándose me dijo – Disculpa
Carli… Mira teni' que bailar lento, imaginar que un hombre te está
tocando, suavecito, firme y tierno. Me cachai galla?– No le cachaba
ni J pero igual lo intenté. Apenas puso la canción otra vez hice lo
mejor que pude, pero por lo visto fue inútil y pausó de nuevo a Jim
Morrison –Mira Carli– Me dijo comprensiva –Tienes que olvidarte
que estoy acá, en verdá'. Cierra los ojos y trata de hacer lo que
te digo– Puso otra vez la música e hice caso, cerré los ojos, eso
me relajó un poco y esta vez si empecé a sentir el sonido
transitando dentro de mí. Con cada nota que sonaba, mi cuerpo
reaccionaba de diferentes formas y el tip parecía funcionar,
imaginaba que me tocaban mientras yo hacía lo propio con mis manos.
Se sentía al máximo y cada deslizamiento por mis caderas hacía que
sintiera unas cositas en mi estomago y garganta. Sentí el perfume de
la Ani detrás de mí diciendo –Eso… Así, súper bien… Escucha
la música amiga– Por un momento el baile se transformó en algo
natural en mí y sentía no solo a un par de manos tocándome sino
que a muchas más que recorrían mi cuerpo de manera inquieta. La
sensación con el sentido del tacto a mil era de lo más excitante,
fue en ese momento cuando entendí por que la gente disfrutaba tanto
con este tipo de actividades. Las manos en mi cuerpo se transformaron
en cientos y ya no eran solo las mías las que sentía sino que,
fuera de mi imaginación, eran otras muy tangibles. Entre abrí los
ojos un poquito solo para descubrir a la Anita, también de ojitos
clausurados, tocándome suavemente al tiempo que se contorneaba
agachándose y subiendo por mis piernas hasta mi cuello. Me dio lo
mismo y solo me dediqué a disfrutarlo. Podía sentir sus uñas
subiendo por mis muslos, las que al pasar por el vestido lo agarraban
levantándolo sutilmente para luego con sus palmas volverlo a su
lugar. Cuando terminó la canción abrí los ojos para encontrar a mi
amiga frente a mi con cara de orgullo –Muy bien amiga, lo hiciste
súper bien!– Dio un pequeño salto, me abrazó fuerte y segura,
sentí como sus pechos se pegaban con los míos, también como las
texturas de nuestros vestidos se entrelazaban como una segunda piel.
Se separó de mi, vio hacia abajo y luego directo a mi –Te queda
hermoso el conjunto amigui!– En ese momento me di cuenta que tenía
la parte inferior del vestido recogido, lo que dejaba ver las
pantaletas que llevaba, sentí un poco de vergüenza y ella al ver
esto, tiernamente volvió el vestido a su lugar y para que no me
sintiera así, se levantó su vestido dejando que viera sus
interiores iguales a los míos pero blancos y agregó a modo de
chiste –Parece que mí no me lucen tanto– Se mató de la risa y
yo también, pero mi curiosidad fue más, por que mientras ella se
reía yo no podía dejar de ver como los calzones traslucían
prácticamente todo en ella, sin pudor recorrí descaradamente el
rebaje sobre su sexo diciendo –Muy bonito el bigotito– Ella se
vio a sí misma y le dio más risa aún agregando entre carcajadas –
Doce mil quinientos cincuenta depilado completo con rebaje y corte
“moicano”– Toda la sensualidad se fue por el drenaje, fue
inevitable reirme de la honestidad en el curioso dato que me habían
dado, hay que decir que se le veía bien bonito. No pude dejar de
notar que un poquito más abajo una pequeña manchita de color
transparente se dajaba ver en la pantaleta –Y eso Aní? Te hiciste
pipí?– Le pregunté toda ingenua, a lo que ella paternal y
simpática contesto, primero seria y luego tímida–No gueona, eso
pasa cuando… Bueno tu sabes – respondí con cara de poto y
continuó como en secreto –… Cuando una está así pu'…– Miró
para todos lados como buscando algún espía – Cuando una se pone
caliente pu tontorrona… Mira igual que tú– Cuando terminó la
frase se acercó y suavecito puso su mano por debajo de mi vestido
tocando por sobre la pantaleta mi sexo que efectivamente estaba
húmedo, la sensación fue estrepitosa y mi expresión también debió
serlo cuando dejé caer mi cabeza hacia atrás. Su reacción más que
ajena fue comprensiva y me tocó otro poco deslizando sus dedos de
arriba hacia abajo mientras podía sentir su respiración en mi
cuello expuesto. Otra vez en secreto me dijo –Carli…?– Yo solo
respondí con un “Mmm” –Galla… estás toda mojada– Mi
respuesta fue la misma “mmm” Seguido de un –Por favor Ani no
pares– Hizo caso y me dejé llevar por lo que estaba sintiendo
dentro de mí, por ese montón de sensaciones totalmente nuevas para
mí. Su tacto suave estremecía mi cuerpo que se convulsionaba cada
vez que su roce se transformaba de suave a firme. Sentí como sus
labios y respiración rozaban mi escote, subían por mi clavícula y
cuello llegando a mi barbilla para enderezarme la cabeza y quedar con
su boca frente a la mía. –Subamos?– Me dijo a la vez que la mano
que aún tenía bajo mi vestido recorría desde el canje de las
medias hasta el borde de la pantaleta abriéndose paso lentamente
dentro de mi sexo. Despacio la quitó de allí, me tomó la mano y me
llevo hasta las escaleras solo para dejarme ver bajo su vestido las
pataletas que poco a poco, paso a paso, peldaño a peldaño se iba
quitando frente a mí, sin duda alguna esto se ponía cada vez más
color de hormiga. Entre lo mareada que estaba por el trago y relajada
por las “otras yerbas” era una escena cada vez más entretenida
para mí. Cuando llegamos a su pieza, debo reconocer que pocas veces
me había fijado en los detalles que allí habían. Lo que más me
llamó la atención fue la cama del tipo princesa con techo tamaño
king size que era engalanada por un cubre cama rosado que hacía
juego con casi todo en la habitación, siempre había opinado que era
una color de mina o más bien de mina guebona del tipo Barbie, pero
ahora se me hacía hasta grato y le daba una atmósfera amena al
ambiente.
Se instaló en los pies de la cama de espaldas a mí, de piernas
juntas se dejó caer en noventa grados mientras levantaba las botas
para permitir que se terminaran de deslizar las pantaletas que
cayeron por gravedad hasta el suelo, las que liberó levantando
primero uno y luego el otro de los tacos. Se enderezó, giró y me
vio en el umbral de la puerta, de dos pasos me fue a buscar tomándome
de una de mis manos y de un gentil pero firme tirón me dejó sentada
a los pies de la cama. Se soltó el pelo, que en mi “volá” se
desplegó en cámara lenta igualito que los comerciales de shampoo.
Se instaló frente a mí, se arrodilló, me acercó hasta el borde de
la cama, metió sus mano por detrás de mis “pompas” tomó firme
la pantaleta y me dijo –Levanta– Yo hice caso y sentí como me
las quitaba, liberándome de un poco de presión, pasando a llevar el
vestido, las medias en mis muslos y las botas en las rodillas hasta
llegar a los tacos en los que por un momento se enredaron pero que
con mucha precisión, levantando mis pies, logró sacar de una forma
muy elegante. Los dejó por ahí y sin apartar su mirada de mis ojos
puso sus manos en mis rodillas cubiertas por las botas, se aferró
fuertemente a ellas, y con calma, siempre viendo mis expresiones,
abrió mis piernas. Acercó su boca al interior de mis muslos
mientras avanzaba besándolos sin prisa hasta llegar a mi entre
piernas. Me dejé caer en la cama sobre el cobertor rosa que me
abrazó en toda su felpudes y solo me dediqué a disfrutar, sin
prisa, lo que mi amiguita sabía hacer muy bien.