Relatos ♣ Amiguita (Capitulo II)
Posted: jueves, 1 de septiembre de 2011 by @kmilosandoval in Etiquetas: Amiguita, kmilosandoval, Parte, Relatos, Secuencia, Segunda, Sitcom
0
Terminado mi examen de titulo todo fue alegría, felicidad y una cierta pero tímida euforia que apretaba mi pecho por salir. Después de todo fueron largos 6 años de estudio en los que solo me había preocupado por ser la mejor, la mejor de las mejores y nada, nada más. Luego de las respectivas felicitaciones entregas de certificados, notas, discursos y otros, estábamos por fin fuera del sistema educativo. Muchos de mis compañeros no podían con la alegría, así como los reprobados tampoco con la frustración, nos felicitaban y nosotros les brindábamos unas “palabras” a modo de premio de consuelo –Un año más no es nada, pasará volando– Les decían, mentiras, todos sabían que era otro año de trasnoches, leer, dar certámenes y todo, todo de nuevo. Una lata por ellos, pero bueno que diablos, nadie les puso una pistola en la cabeza para que salieran a tomar los días de semanas o en el más pastel de los casos nadie lo obligó a llegar raja a la entrega de tesis, por nombrar algunos de los ejemplos más “destacados”
Mamás, papás, primos, hermanos, abuelitas y “tíos” presentados espontáneamente por doquier, eran un banquete de gente nueva para mí, digo nueva por que nunca los había visto, lo que ellos no podían decir de mi, esos señores y señoras que con tanto esfuerzo demostraban su orgullo por haber sacado a sus hijos adelante, que al verme con mi traje de dos piezas parecían conocerme tan bien –Ella es la Carlita– Me presentaban mis compañeros al tiempo que me mostraban como una figura de un circo freak que llegaba a la ciudad. La reacción era soportable, más no la actitud que trataban de esconder bajo esa sutil impresión sobre mí –Mucho gusto mijita– Decían, para luego cuchichiar entre ellos al oído cosas como “La mejor alumna” o “La niñita aplicada” y la que más detestaba, esa que provenía a modo de replica de mis compañeros por esos comentarios “Consiguete una vida". Qué les importaba tanto que no me fuera de fiesta con ellos todas las noches?.
Los panoramas para celebrar esa noche eran de lo más variados, la clásica cena familiar donde el papá dice unas palabras, recuerda al niño cuando güagua, saca hasta fotos del bebé pilucho y todos terminan llorando. Los otros que irían a algún pub o discoteque a quedar lo más borracho posible para olvidar lo mucho que se "sacrificaron". Y por supuesto el típico asado donde el tío queda curao y termina quemando la carne.… Lo mío, lo mío era totalmente diferente y de seguro dentro de todo lo “tontita” o “aplicada” que me veía era por lejos el carrete más lanzado de todos, el primero mío que tendría después de tanto tiempo y en el que realmente me importaba realmente poco en que iba a terminar. Si claro, todos tenía un panorama y entre tanto beso, apretón de mano y lágrimas yo por otra parte solo me limitaba a recibir las felicitaciones de mis pares no más, por que entre esa muchedumbre no había nadie esperando por mí con un ramo de flores o alguna alhaja que recordara ese momento para toda la eternidad, no me importaba, estaba acostumbrada a eso, mal que mal el accidente de tránsito en el que perdí a mis papás había pasado siendo yo aún una niñita y digamos, por decirlo sutil, que no era tema para mí. El orgullo o cariño que sentía no venía de mis pares, sino más bien de mi misma, del sacrificio que por tantos años había hecho, era lo único que me importaba y quedaba.
Así y mientras trataba de pasar los más desapercibida posible entre la gente, abrazos, brindis y carcajadas con el perfil más bajo que podía, desde el fondo y saltando como una cangura con un color rosado intenso, pude distinguir los gritos eufóricos de quién más que, ella, mi amiga, la única que por nada del mundo se perdería un evento como este o como ella diría “O sea! En verdad galla! Esto no, (Pausa y manito al pecho) me lo pierdo!! ” lo dice con una verdad y autenticidad que nadie podría negar, y si, yo también me ponía feliz de verla y que estuviera allí, en ese día tan importante para mí, mal que mal era mi única y más querida amiguita.
Se abrió paso entre la muchedumbre para abrazarme, dando codazos y quejidos que salían del interior de la que parecía el personaje de "legalmente rubia", solo le faltaba el chiguagua colgando de la cartera con la lengua afuera en uno de sus perfectamente bronceados brazos para completar el look. Con un traje de dos piezas del tipo secretaria, ajustadísimo y de color completamente rosado, aunque se veía extravagante era incapaz de pasar indadvertida. Desde el otro punto, también yo intentantaba avanzar para encontrarnos entre la multitud haciendo el quite a la gente y a cientos de mozos que pasaban con bandejitas de no se qué. Por fin y justito en la mitad nos reunimos, me abrazó fuerte, curiosamente sin decir nada, por un largo rato y de pronto un susurro lastimoso, contraído por un nudo en su garganta, salió de sus labios perfectamente combinados con su rosa intenso. –Lo lograste…! estoy tan orgullosa de ti, te quiero tanto amiga…hermana– Ahí no aguantó más, lloró intensamente sofocando el ruido de su pena en la hombrera de mi chaqueta del tipo ejecutivo a rayas, también, modestia aparte, perfectamente alineado con el pantalón de tela haciendo el conjunto exacto. –Gracias… Anita, gracias por aguantarme todos estos años– El gesto que había tenido conmigo no era menor y valía la pena que lo supiera. Aunque siempre fui de pocas palabras, el momento y la emoción que yo también contenía, lo ameritaba. Mientras la apretujaba no puede aguantar y lancé una pregunta como vómito, mientras con mi ojos examinaba al resto de las personas que nos rodeaban y juzgaban atentamente.
Los panoramas para celebrar esa noche eran de lo más variados, la clásica cena familiar donde el papá dice unas palabras, recuerda al niño cuando güagua, saca hasta fotos del bebé pilucho y todos terminan llorando. Los otros que irían a algún pub o discoteque a quedar lo más borracho posible para olvidar lo mucho que se "sacrificaron". Y por supuesto el típico asado donde el tío queda curao y termina quemando la carne.… Lo mío, lo mío era totalmente diferente y de seguro dentro de todo lo “tontita” o “aplicada” que me veía era por lejos el carrete más lanzado de todos, el primero mío que tendría después de tanto tiempo y en el que realmente me importaba realmente poco en que iba a terminar. Si claro, todos tenía un panorama y entre tanto beso, apretón de mano y lágrimas yo por otra parte solo me limitaba a recibir las felicitaciones de mis pares no más, por que entre esa muchedumbre no había nadie esperando por mí con un ramo de flores o alguna alhaja que recordara ese momento para toda la eternidad, no me importaba, estaba acostumbrada a eso, mal que mal el accidente de tránsito en el que perdí a mis papás había pasado siendo yo aún una niñita y digamos, por decirlo sutil, que no era tema para mí. El orgullo o cariño que sentía no venía de mis pares, sino más bien de mi misma, del sacrificio que por tantos años había hecho, era lo único que me importaba y quedaba.
Así y mientras trataba de pasar los más desapercibida posible entre la gente, abrazos, brindis y carcajadas con el perfil más bajo que podía, desde el fondo y saltando como una cangura con un color rosado intenso, pude distinguir los gritos eufóricos de quién más que, ella, mi amiga, la única que por nada del mundo se perdería un evento como este o como ella diría “O sea! En verdad galla! Esto no, (Pausa y manito al pecho) me lo pierdo!! ” lo dice con una verdad y autenticidad que nadie podría negar, y si, yo también me ponía feliz de verla y que estuviera allí, en ese día tan importante para mí, mal que mal era mi única y más querida amiguita.
Se abrió paso entre la muchedumbre para abrazarme, dando codazos y quejidos que salían del interior de la que parecía el personaje de "legalmente rubia", solo le faltaba el chiguagua colgando de la cartera con la lengua afuera en uno de sus perfectamente bronceados brazos para completar el look. Con un traje de dos piezas del tipo secretaria, ajustadísimo y de color completamente rosado, aunque se veía extravagante era incapaz de pasar indadvertida. Desde el otro punto, también yo intentantaba avanzar para encontrarnos entre la multitud haciendo el quite a la gente y a cientos de mozos que pasaban con bandejitas de no se qué. Por fin y justito en la mitad nos reunimos, me abrazó fuerte, curiosamente sin decir nada, por un largo rato y de pronto un susurro lastimoso, contraído por un nudo en su garganta, salió de sus labios perfectamente combinados con su rosa intenso. –Lo lograste…! estoy tan orgullosa de ti, te quiero tanto amiga…hermana– Ahí no aguantó más, lloró intensamente sofocando el ruido de su pena en la hombrera de mi chaqueta del tipo ejecutivo a rayas, también, modestia aparte, perfectamente alineado con el pantalón de tela haciendo el conjunto exacto. –Gracias… Anita, gracias por aguantarme todos estos años– El gesto que había tenido conmigo no era menor y valía la pena que lo supiera. Aunque siempre fui de pocas palabras, el momento y la emoción que yo también contenía, lo ameritaba. Mientras la apretujaba no puede aguantar y lancé una pregunta como vómito, mientras con mi ojos examinaba al resto de las personas que nos rodeaban y juzgaban atentamente.
–Y?!…Galla?!– Ocupé su palabra para desde ya empezar a pertenecer –Cómo estamos pa' la noche?– Sin duda la pregunta la sorprendió, por que automáticamente me separó de sí, con una sutil pero intensa pestañeada medio lenta, como buscando a la Carlita de antes, solo que ella ahora no estaba, me repetía tratando de auto converserme, luego vio el techo como tratando de dispersar y acomodar las lágrimas que aún tenía por ahí al rededor de los coloridos lentes de contacto, se dio una sacudía de pelo, hizo otra pausa más, en esa, sus pupilas se fueron para atrás, como viéndose a sí misma por dentro, para luego cerrar los ojos y soltar una carcajada diciendo en la exhalación –Perfecto galla, estupendo, divino!!– Luego saltó gritando con todas sus fuerzas y con el puño izquierdo alzado –Huuuu!!! on fire!!!– Todo el resto de los que nos rodeaban quedaron en silencio, haciendo una pausa y perfectamente quietos, todos, mirándonos al unísono directo a nosotras dos, por si fuera poco justito se acabó el CD de música de graduación. De seguro en ese momento la percepción de los “tios” que tenían de la “Niñita matea” cambió drásticamente y ya que ese día estaba en otra tecla, una nueva, me uní haciendo lo mismo –Onnn fireee!!– De esta forma saltando como canguros nos largamos de las dependencias de mi alma mather, a la que no quería ver nunca más, lo hacíamos Gritando pareciendo un par de locas de mierda que rebotaban por lo largo del pasillo.
Lo que esa noche pasaría, era una condición que de alguna manera nos habíamos auto impuesto para llevar a cabo el dichoso “favor” que la Anita me había pedido. No era algo muy complejo, pero habíamos decidido, antes del ya famoso trío, estar solas, juntas nosotras dos primero y de alguna manera quitarnos los tapujos que teníamos de ambas, no sé, experimentar, probar, quedar raja de borrachas, fumarme unos pitos y hacer toda esa serie de cosas que yo no había hecho, pero resumidas en todo una noche. Es decir, par mi no iba a ser fácil hacer esto, era virgen, jamás había hecho nada indebido fuera de mis actividades curriculares y mucho menos me había acostado con una mina. Esto parecía un poco sin importancia para ella, pero luego de una concesión que me hizo reflexionar y decir –En realidad gueona, tienes toda la razón… hagamos esta guea bien hecha– Habíamos por fin llegado a acuerdo.
Cuando el escarabajo rosa del 87 se detuvo frente a la fachada de la casa que arrendábamos junto al estero Collao en Concepción, la Anita detuvo el motor y como ordenando y tomando decisiones muy bien planeadas, cosa rara en ella me mandó –Tu bajas las bolsas del lado de allá y yo las botellas…– A punto de bajarme y sacando la llave del contacto con una cara de pícara que había visto solo un par de veces en ella, las puedo recordar. Cuando le pregunté como le había ido con el jugador de fútbol de la Católica y cuando sin querer entré al baño y la pillé creo que, tocándose. Con esa misma expresión que les comento, me dijo viéndome fijamente, sin pestañear, con la trompita estirada y una sonrisita de medio lado –En tu pieza te tengo una sorpresa, que te vas a morir galla…! Regalo de egreso – Se mató de la risa, tomó las cosas que les correspondía y entró rápido a la casa, como arrancando de mí.
La verdad, mientras bajaba y posteriormente descargaba los cientos de “cositas” que había comprado para servirnos en la noche, pensé en un millón de posibilidades de lo que sería la sorpresa, era probablemente lo único en lo que podía pensar. Los objetos místicos y exóticos que podrían haber arriba esperando en mi pieza, hicieron que la descarga y orden de la comida la hiciera de manera lenta y pausada, sin ser muy meticulosa. Escuchaba correr la ducha y tras ese sonido del agua contra los cerámicos del baño, un tarareo de lo que me pareció ser una canción de la “Sirenita”, le encantaba.
Ninguna de las proyecciones y expectativas que tenía sobre el regalo me habían preparado para lo que estaba por venir, luego de abrir la puerta de color púrpura que coronaba la entrada de mi habitación, distinguí que sobre la cama habían dos cajas blancas con una pequeña tarjetita en medio, estas cuidadosamente ordenadas para no desequilibrar el balance perfecto que había logrado con mis únicos tres peluches, uno regalo de unos niños de cuando trabajé en servicio país, tenía forma de casita, el otro regalo de la Anita, ese era un chanchito rosado de lo más mono que me dio cuando me gradué del colegio y el tercero que compré para regalarle al chico Sagredo, pero que finalmente dejé para mí, puesto que me terminé por encariñar con él, me refiero al peluche, se trataba de un cocodrilo que mordía un corazón. Ambos paquetes ocupaban casi todo el largo de esta, con ese aspecto como si se tratara de esas cajas donde vienen los ramos de flores, además de cuatro bolsas más, de esas que se paran solas, por que son de cartón fino, en pares puestas cuidadosamente junto a cada una de las blancas. La primera caja blanca decía “Para Hoy. De tu hermana” La otra “Para pasado mañana. De tu amiga” Lo de pasado mañana lo entendía perfectamente bien, debía ser algo que usar en el evento de fondo para el que hoy nos preparábamos. Decidí que no miraría la segunda caja hasta el día que correspondía, a pesar de que la curiosidad era algo con lo que no había podido lidiar nunca en mi vida, ahora la verdad, me estaba dando por cambiar ciertos hábitos, así que la tome y la puse sobre el ropero bien al fondo para no tentarme, junto con sus respectivas cajitas paradas. Luego miré fijamente los regalos y pensé en su contenido, mientras, el reflejo de lo blanco que eran de alguna manera lograban encandilarme, de seguro era lo que posteriormente sentí al ver su contenido.